En busca de una nueva Tierra

"La exploración del espacio es vital porque en el futuro podría evitar la desaparición de la Humanidad, gracias a la colonización de otros planetas". Hace tres meses, poco antes del estreno de Interstellar, Stephen Hawking defendía con estas palabras la necesidad de seguir desarrollando tecnologías cada vez más potentes para viajar al Cosmos, en una entrevista exclusiva que concedió a EL MUNDO. No cabe duda de que el profesor Hawking suscribiría la visión del astronauta Cooper, el personaje que interpreta Matthew McConaughey en la película, cuando le dice a su hija que "nuestro destino está en las estrellas". El punto de partida de la prodigiosa fábula cinematográfica dirigida por Christopher Nolan es que nuestra especie se encuentra al borde de la extinción debido al deterioro del ecosistema terrestre, hasta el punto de que prácticamente ya no quedan tierras cultivables. Ante esta amenaza extrema, a la Humanidad sólo le queda una última esperanza para sobrevivir: encontrar un hogar alternativo en el Cosmos, un planeta B habitable. A muchos espectadores todo esto quizás les suene a pura ciencia ficción, pero lo que plantea la película de Nolan -cuyo guión ha contado con el asesoramiento del gran astrofísico estadounidense Kip Thorne- no es ninguna tontería. El actual director científico de la NASA, John Grunsfeld, aseguraba a este periódico el pasado mes de junio que "si queremos asegurar la futura supervivencia de la Humanidad, antes o después tendremos que dejar la Tierra". En primer lugar, según este físico y ex astronauta, es prácticamente seguro que "en algún momento nuestro planeta sufrirá el impacto de un asteroide devastador". Además, para Grunsfeld es casi una certeza que "el clima cambiará hasta el punto de convertir la Tierra en un lugar inhabitable, ya sea por causas naturales o provocadas por nosotros". La ciencia de Interstellar, un documental del Discovery Channel basado en un libro firmado por el propio Kip Thorne-, también resalta un hecho incontestable: nuestro Sol tiene fecha de caducidad y eventualmente se apagará como todas las estrellas. Así que, antes o después, como dice el científico de la NASA que interpreta Michael Caine en la película, tendremos que diseñar una misión «no para salvar el mundo, sino para abandonarlo», si queremos evitar nuestra extinción. Pero, ¿hasta qué punto es realista pensar que existen otras tierras habitables ahí fuera? Si tenemos en cuenta que, tan sólo en nuestra galaxia, hay entre 100.000 y 400.000 millones de estrellas, y que -según ha demostrado en los últimos años el telescopio espacial Kepler- la inmensa mayoría de las estrellas van acompañadas de un sistema planetario, parece más que razonable pensar que en muchos de estos mundos debe existir vida. De hecho, según el director del Observatorio Astronómico Nacional, Rafael Bachiller, se calcula que hay "al menos 8.800 millones de Tierras potencialmente habitables" (es decir, ni demasiado lejos ni demasiado cerca de sus estrellas, y por lo tanto con una temperatura que puede permitir la presencia de agua líquida y quizás organismos vivos). Pero además, como explica Bachiller, si más allá de nuestra galaxia sabemos que hay unos 100.000 millones de galaxias observables, y asumiendo que la Vía Láctea tiene una cantidad de planetas dentro de la media, "obtenemos un número de 100.000 billones de planetas potencialmente habitables en el universo observable". Por lo tanto, el planteamiento inicial de Interstellar tiene un sólido fundamento científico. Aunque todavía estemos lejos de poder conseguirlo, antes o después no tendremos más remedio que buscar un planeta B en el Cosmos para garantizar la futura supervivencia de nuestra especie, una vez que la Tierra se vuelva inhabitable.