A pesar de que hay muchísimas posibles tierras alternativas en el inmenso océano del Universo, el problema es que están demasiado lejos para que podamos convertirlas en nuestro nuevo hogar. Todos los posibles planetas B que se han identificado se encuentran "a distancias insalvables", explica el astrónomo Javier Armentia, director del Planetario de Pamplona. A su velocidad actual, Voyager 1 -la sonda de la NASA que más lejos ha llegado en la historia de la exploración espacial, traspasando incluso los confines del Sistema Solar- necesitaría centenares de siglos para llegar a Alfa Centauri, el sistema estelar más cercano a la Tierra. Por eso, como admite Rafael Bachiller, "aunque se desarrollen tecnologías para aumentar la velocidad de los viajes espaciales, es difícil imaginar que se llegue a ganar un factor 100, por lo que los viajes interestelares son sólo un sueño". Para superar este desafío, los guionistas de la película de Nolan -muy bien asesorados por al astrofísico Thorne- recurren a un agujero de gusano, una especie de atajo cósmico que teóricamente podría existir, según la Teoría de la Relatividad General de Einstein. La imagen que se usa habitualmente para explicar este hipotético túnel en el espacio-tiempo es que si el Universo fuera una manzana, una hormiga podría llegar en poco tiempo desde un extremo a otro a través del agujero formado por un gusano, sin tener que rodearla. Esto es justo lo que hacen los astronautas de Interstellar: logran llegar a otra galaxia casi en un abrir y cerrar de ojos gracias a uno de estos pasadizos. Sin embargo, a pesar de que el diseño del agujero de gusano está basado en cálculos matemáticos reales elaborados por Thorne, la realidad es que a día de hoy, no hay absolutamente ninguna evidencia experimental que haya demostrado la existencia de este fenómeno.